De la Directora Nacional | El Poder de la Rosa
Recientemente leí un artículo del organizador comunitario George Goehl sobre el poder del ritual en las organizaciones. Me hizo pensar en nuestros rituales y símbolos. Se unen nuevos miembros todo el tiempo, y para muchos, el DSA se convierte en un lugar de refugio del aislamiento y la soledad de la vida bajo el capitalismo, y un lugar de acción y poder colectivo. ¿Qué dicen nuestros propios rituales y símbolos acerca de nosotros?
Primero, a menudo nos saludamos con «camarada.» Verdaderamente somos camaradas y compañeros en la lucha para el socialismo y contra la clase propietaria que reduce a polvo a la clase obrera. Todos los días organizamos a nuestros amigos, vecinos y compañeros de trabajo para unir los brazos y seguir luchando por la justicia. Nuestras armas son el portapapeles, el megáfono y el letrero de piquete.
En segundo lugar, se ven las rosas rojas por todas partes. Asiste a un mitin o reunión masiva de DSA y verás rosas en pancartas, ropa y joyería. Este es un símbolo global del socialismo, y en los Estados Unidos históricamente ha sido utilizado tanto por mujeres sufragistas como por trabajadoras en huelga para exigir no solo el pan para sobrevivir, sino también las «rosas» para prosperar. Sin el acaparamiento capitalista, podríamos vivir en un mundo con más belleza y tiempo libre para todos y el espacio para respirar y cuidarse unos a otros.
El logo del DSA es una variación del tradicional puño y rosa socialista. Dos manos, en blanco y negro, se juntan mientras sostienen una rosa roja, simbolizando que la solidaridad multirracial es la única forma de superar las tácticas de divide-y-vencerás utilizadas por la clase capitalista para mantenernos luchando entre nosotros en lugar de unirnos y usar nuestra verdadera fuerza.
Tercero, siempre nos detenemos y nos preguntamos: «¿Qué podemos aprender de esta experiencia?» Reunirse para informar sobre una acción o campaña nos mantiene honestos sobre si realmente hemos ganado algo y construido más poder, y si no, ¿por qué no? Hacerlo colectivamente significa que democratizamos la habilidad del pensamiento crítico y estratégico.
Finalmente, cerramos nuestra convención nacional cada dos años cantando «El internacional,” con los puños en alto. Nos adaptamos a realidades económicas, políticas y culturales diferentes a las que enfrentaron nuestros antepasados, pero somos una clase trabajadora global y estamos arraigados en una larga historia de solidaridad y lucha internacional de los trabajadores. ¡Espero cantar junto a los delegados en la convención de este verano!