¡Nos necesitamos a todos!
Cuando era estudiante universitaria, participé en acciones de solidaridad con los sindicatos en mi universidad. Sentí que estaba siendo fiel a las raíces de mi familia como sindicalistas e inmigrantes. Pero no fue hasta la primera vez que traté de organizar mi propio lugar de trabajo, y en un trabajo posterior, cuando era delegada sindical, que realmente entendí el poder antidemocrático que un jefe puede ejercer en el lugar de trabajo, y el poder transformador de una respuesta colectiva y unida de los trabajadores. Me di cuenta de que podemos ganar y, al mismo tiempo, vi hasta dónde irían los patrones para sembrar el miedo y la división.
Muchos de los artículos de este número exploran de una forma u otra cómo las experiencias personales le dan forma a nuestra política y nuestro sentido de lo posible. ¿Qué significa eso para nosotros en DSA? Para mí, está claro: debemos estar organizando continuamente.
Organizarnos nos brinda una nueva experiencia bajo el capitalismo neoliberal, donde de otra manera pasaríamos nuestras vidas aislados. Para muchos, el tiempo social significativo está mediado por plataformas tecnológicas que maximizan las ganancias para unos pocos mientras conducen a una mayor soledad para muchos. El trabajo es una carrera hacia el fondo, ya que la clase propietaria encuentra cada vez más formas de enfrentarnos entre nosotros. Los barrios y las escuelas están cada vez más segregados y la sociedad civil se ha marchitado, hasta el punto de que las opciones individuales de los consumidores, como llevar una camiseta con el lema correcto, se comercializan como activismo.
Al contrario, la organización no solo nos une como camaradas, sino que nos enseña tanto las habilidades para dirigir nuestra sociedad sin la clase del jefe como las habilidades para lograr tal sociedad. DSA es una escuela de acción colectiva. Somos un laboratorio de democracia. Y somos un equipo para construir solidaridad. Ese es el uso de tener una organización. Juntos, en debates estratégicos y en piquetes, forjamos una nueva conciencia y una nueva confianza en nuestro poder.
El Primero de Mayo de este año, 86 agrupaciones locales de DSA organizaron acciones en apoyo de la Ley de Protección del Derecho de Sindicación (PRO). Organizamos voluntarios para hacer un millón de llamadas pidiendo a los votantes de los estados clave que llamen a sus senadores para apoyar la ley. Y ayudamos a cambiar la posición de dos senadores demócratas, Joe Manchin de West Virginia y Angus King de Maine, que se habían opuesto al acto. Pocas otras organizaciones nacionales tienen este tipo de fuerza energizada y empoderada que surge desde cero.
Nuestras cifras de base destacan el otro valor de la organización: la escala. La única forma de llegar a los millones de trabajadores que necesitan recuperar su poder colectivo es estar uno al lado del otro, comprender lo que tenemos en común y luchar juntos por ello. Tú, yo y más de 94.000 camaradas no somos suficientes. Nos necesitamos a todos.