Nombrar lo Innombrable: Otra Mirada a Orientalismo por Edward Said
Desde los más de 40 años desde que Edward Said publicó su libro Orientalismo, muchos medios de comunicación y autores han reflexionado sobre el legado de Said. Unos de los libros más recientes es una biografía autorizada en 2021 por su estudiante y amigo Timothy Brennan, llamada Lugares de la Mente (Places of Mind). Aunque falleció en 2003, las ideas de Said siguen en las mentes de izquierdistas en todo el mundo. No sería una exageración declarar que Orientalismo fue una de las obras más influyentes del último medio siglo. No solo ayudó en dar forma a variedades de subdisciplinas académicas y géneros de análisis, pero difundió fuera de los límites de aulas universitarias y seminarios posgrados para dejar una marca permanente en los discursos públicos sobre el racismo y el imperialismo.
La premisa general de Orientalismo parece engañosamente simple a lectores contemporáneos: Said sostiene que hay una noción dominante del “Oriente” que pinta como el Oriente vea los “Demás.” Él llama a esto “Orientalismo.” Orientalismo es un “estilo de pensamiento” que presupone que el Occidente y los Demás — particularmente el mundo islamico — son fundamentalmente diferentes. Centros académicos e instituciones culturales y gubernamentales han hecho suposiciones implícitas (y explícitas) sobre cómo los “Otros” se comportan. Los países islámicos llegaron a ser vistos como lugares que necesitaban ser colonizados y “civilizados,” y por lo tanto llegaron a ser complementos y contrastes al llamado Occidente.
Lo que más llamó la atención sobre el argumento de Orientalismo no necesariamente fue su novedad — muchos de los argumentos de Said se habían hecho antes, particularmente por autores escribiendo en árabe — pero su tono audaz y a menudo polémico. La reacción inmediata a ella fue una mezcla de grandes elogios y críticas defensivas. Figures prominentes en el campo de estudios del Medio Oriente atacaron a Said como un diletante que no estaba familiarizado con la cultura árabe. Algunos críticos eran más serios, notando las contradicciones y los defectos en la metodología de Said. Said enfocó sobre las representaciones estadounidenses, francesas y británicas del “Oriente” ignorando la historia rica de la erudición alemana y rusa de la región. Asimismo el descarto las fuerzas económicas y materiales que sostiene la mentalidad imperialista. Una crítica famosa hecha por el marxista sirio Sadiq Jalal al-Azm notó que el tono polémico de Said daña los detalles de sus argumentos. Al rastrear los orígenes del Orientalismo no necesariamente al origen del colonialismo europeo, sino a un pasado difuso dominado por tal figuras como Homer y Dante, Said implica que Orientalismo es una parte normal del pensamiento europeo, y por lo tanto esencializa el “Occidente” en la misma manera que él acusa los autores occidentales de esencializar el “Oriente.”
Además de las críticas contra los métodos de Said, algunos eruditos cuestionan la novedad de sus ideas. El argumento general de Said presta de las obras menos conocidas de muchos otros escritores árabes, incluyendo Albert Hourani y Anouar Abdel-Malek. Aunque él nota esta deuda intelectual, sus propias obras llegaron a eclipsar las de ellos. Con ese fin, como notaron los críticos contemporáneos, Said fue en cierto sentido tokenizado, tomado por los académicos estadounidenses como un símbolo excepcional del intelectualismo árabe, contrastado con sus contemporáneos en vez de tener sus obras situadas en una tradición de trabajo más larga que critica los dimensiones culturales de imperialismo.
A continuación de la publicación de Orientalismo, Said tomó mucho de su tiempo respondiendo a estas críticas, a menudo con éxito. Él reconoció muchas de las contradicciones del libro, pero mantuvo su argumento central: el imperialismo creó — y luego fue justificado por — un discurso que presupone la superioridad cultural y civilizacional Occidental. Este argumento se mantiene hoy.
Otros aspectos del libro no han envejecido bien. El énfasis de Said en la producción cultural y declaraciones grandiosas sobre las continuidades entre el Orientalismo antiguo y contemporáneo debilita el núcleo empírico del libro. Aun los eruditos que simpatizan con las afirmaciones de Said han notado que Orientalismo no tanto es un discurso singular producido por instituciones en su mayoría blancas y masculinas en el Occidente y más un cuerpo de discursos heterogéneos coescrito por personas en los márgenes, tanto en los centros imperiales como en las propias colonias. Otros han notado que el Orientalismo afecta a los “gobernados” tanto como al “gobernante,” con muchas colonias antiguas aceptando sin sentido crítico suposiciones sobre su pasado supuestamente “barbárico.”
Algunos han tomado sus críticas más allá, argumentando que Said inició una época de erudición que se alejó de una análisis riguroso de fuerzas económicas en favor de conceptos más vagos y menos vinculados empíricamente de cultural y lenguaje. El resultado, si bien ayuda a desarrollar las justificaciones para imperialismo, a veces pierde el bosque para los árboles, perdidos en su propio lenguaje esotérico.
Como resultado, muchos han tratado de descartar a Said como alguien emblemático del intelectual de la torre de marfil desinteresado en el análisis político y el activismo “verdadero.” Entre algunos de los miembros de la izquierda, el “poscolonialismo” y la “política identitaria” son vistos como la razón de los fracasos intelectuales y organizativos y el estancamiento, por injusto que sea, y Said ha estado vinculado a ambos. Sin embargo, Said se ha mantenido un erudito abiertamente crítico e involucrado, usando su tremendo prestigio y plataforma que Orientalismo le dio para reflexionar sobre la obligación que los intelectuales tienen con el público y las causas radicales.
En ninguna parte fue esto más claro que en su defensa apasionada para la causa palestina y sus críticas incesantes al intervencionismo estadounidense en el Medio Oriente y la discriminacion anti-árabe en el país. Said nunca separó su trabajo académico de su activismo, notando en una carta a un compañero historiador Roger Owen que él encontró que su trabajo últimamente era una “contribución a la lucha contra el imperialismo.” De su asociación con varios intelectuales y revolucionarios árabes a su participación en luchas con la Organización para la Liberación de Palestina, incluyendo como un miembro de su “parlamento en el exilio,” Said se mantuvo un crítico firme de la agresión imperialista en el Medio Oriente. A medida que la lucha para Palestina disminuía, con el liderazgo palestino accediendo en gran medida a las demandas israelíes siguiendo los Acuerdos de Oslo, Said dirigió su ira contra ellos también, enseñando que él estaba dispuesto de mantaner cualquier opresor rinda cuentas, independiente de nacionalidad. Con ese fin, él usó su posición cosmopolita como un intelectual árabe trabajando en el Occidente para desestabilizar ambos imperialistas y autoimpuesto estereotipos sobre árabes, musulmanes y “Otros.”
En ese sentido, el poder y la influencia de Said no estaba limitado a Orientalismo o las obras que lo siguieron. Más bien, él debe ser recordado por su reto para todos nosotros a desarrollar un vocabulario para criticar los discursos de superioridad cultural y jerarquías civilizacionales que dan forma a nuestro mundo. En resumen, Said nos empoderó a nombrar lo innombrable, apuntar a las estructuras cotidianas y mundanas del conocimiento e información que permite la opresión duradera del Sur Global. Con ese fin, él encarnaba lo mejor de la tradición intelectual radical, como lo resume el propio Marx: Muchos han “interpretado de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.”