¿Nuevo Acuerdo Ecológico Global o una Nueva Guerra Mundial?

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El futuro de la humanidad está amenazado por dos tremendos—y interconectados—retos: la crisis climática y el conflicto de grandes potencias entre los Estados Unidos y China. Para superar la crisis climática, tenemos que reemplazar el conflicto de grandes potencias con la cooperación mundial. Esto será particularmente importante cuando se trata de abordar la injusticia climática global, la cual es una parte crucial de la lucha para terminar con la crisis climática que está ignorada con frecuencia.

Para superar la crisis climática, necesitamos una transformación radical de la economía global. Un buen modelo es un Nuevo Acuerdo Ecológico Mundial: la extensión de los principios del Nuevo Acuerdo Ecológico a través de las fronteras nacionales. Esto implicaría la creación de una economía mundial de energía limpia que genere una abundancia de empleos buenos y ecológicamente sostenibles en todos los países, un proceso que sería liderado por la inversión pública. Aunque esto aún no sería una sociedad global post-capitalista, crearía mejores condiciones para construir movimientos socialistas más poderosos por todo el mundo.

Un Nuevo Acuerdo Ecológico Mundial es necesario para terminar el conflicto actual entre desarrollo económico y acción climática en el Sur Global, donde la necesidad de desarrollar económicamente es exigente y políticas climáticas fuertes pueden hacer que oportunidades escasas para desarrollar parezcan más escasas aún.

Pero un Nuevo Acuerdo Ecológico Mundial no puede emerger sin colaboración global. Requiere transferencias de capital y tecnología de los países que son ricos de bienes de los países del Sur Global que han sido robados o prevenidos de acceder estos recursos por décadas de neoliberalismo y generaciones de colonialismo e imperialismo. Tales transferencias también son una cuestión de justicia: de reparaciones que los países de altos ingresos deben a los países con ingresos más bajos que han contribuido menos al cambio climático, pero sufren sus impactos más terribles.

Los Estados Unidos y China podrían acelerar el progreso hacia un Nuevo Acuerdo Ecológico Mundial si pudieran trabajar juntos. Ambos países tienen sus propios fuertes en términos de tecnología limpia: los Estados Unidos es el líder global de investigación, mientras China es el líder mundial en construir la capacidad industrial para producir una gama amplia de tecnologías importantes de energía limpia. Los Estados Unidos también es el centro del capital financiero mundial y una red poderosa de alianzas internacionales, mientras China es el financiador principal de proyectos de infraestructura a través de la mayor parte del Sur Global por su Iniciativa de la Franja y la Ruta. Hay mucho que criticar sobre estos aspectos de ambos países, pero realísticamente, estos son componentes básicos necesarios de un Nuevo Acuerdo Ecológico Mundial.

Desgraciadamente, el conflicto sino-estadounidense que está intensificando nos dirige al camino equivocado. Tan reciente como hace dos años, China expresó la voluntad de cooperar con los Estados Unidos para proveer tecnología de energía limpia y financiamiento para los países del Sur Global, pero esas propuestas fueron bloqueadas por la administración de Trump. Ahora, por legislación como el Acto de Innovación y Competencia de los EE.UU., que fue aprobado por el Senado este junio, ambos partidos en el Congreso continúan a bloquear cualquier cooperación parecida con China.

Además de socavar la posibilidad de cooperación, el lógico de suma cero de conflicto entre grandes potencias anima a países para que inviertan en armas de guerra en vez de las herramientas que necesitamos todos para salvarnos de la crisis climática. Este camino nos lleva no solo a cambio climático continuo sino también a las violaciones prevalentes de derechos humanos que podemos anticipar de conflicto nacionalista creciente, guerras de sustitutos, e incluso un escenario directo de una pesadilla: una guerra directa entre los Estados Unidos y China. Muchos países en la región pacífica de Asia ya están involucrados en una carrera armamentista, y esto empodera a nacionalistas, militaristas, y contaminadores de industrias pesadas a través de fronteras, mientras debilita a las fuerzas progresistas en cada país que apoyan la acción más agresiva contra cambio climático. 

Mientras escribo, el Senado de los Estados Unidos busca aprobar uno de los presupuestos militares más grandes en toda la historia, basado principalmente en la supuesta amenaza que China representa. Según reportes, la Casa Blanca de Biden se niega a contestar a preguntas sobre gastos militares porque sus miembros “están petrificados por la posibilidad de ser vistos como débil hacia China.” Mientras tanto, disposiciones claves sobre el clima han sido eliminadas del acuerdo bipartito sobre infraestructura e incluso del paquete de Build Back Better (Reconstruir Mejor)—los cuales juntos constituyen una mera fracción del tamaño total del presupuesto militar.

Enfrentamos dos caminos potenciales. Uno, basado en cooperación global para lograr un Nuevo Acuerdo Ecológico Mundial, nos llevaría a un mundo más justo y sostenible. El otro nos traería a calamidades crecientes de cambio climático y conflicto nacionalista también. La gran mayoría del establecimiento de política exterior de los Estados Unidos está organizada con tal de seguir el segundo camino. Una de las tareas de la izquierda estadounidense es conseguir el poder necesario para forzarles a recobrar su juicio y reemplazar a los que se rehúsan a hacerlo.

 

(Para ver más análisis sobre el conflicto entre los Estados Unidos y China, sus causas fundamentales y otras preguntas difíciles, incluyendo la necesidad de continuar a lidiar con abusos contra derechos humanos en China mientras que construyamos cooperación entre los Estados Unidos y China, por favor vea “U.S.-China: Estrategia Internacionalista Progresista bajo Biden” por Tobita Chow y Jake Werner, publicado por el Rosa Luxemburg Stiftung-NYC, https://rosalux.nyc/us-china-progressive-internationalist-strategy/.)